Hoy quiero compartirles mi historia porque seguramente muchas mujeres se pueden sentir identificadas con lo que me pasó.

Tengo 2 hijas, una de 17 años y otra de 10. Afortunadamente he contado con los recursos necesarios para darles la calidad de vida que ellas se merecen y necesitan. Las mamás siempre queremos que nuestros hijos tengan un estilo de vida mejor al que nosotras tuvimos.

Como cualquier mujer, tenía el sueño de tener una familia, darles a mis hijas un hogar lleno de amor, respeto y felicidad. Desafortunadamente no corrí con suerte, cuando mi hija menor tenía 5 años la relación con su papá se terminó. Afortunadamente fue en los mejores términos. Mi filosofía era que, si yo podía darle todo a mis hijas, no tenía necesidad de que mi ex pareja me “ayudara” económicamente, para mi con que le dedicara tiempo y su amor a las niñas era más que suficiente.

Efectivamente él era un papá muy amoroso, venía por ellas cada 8 días, les daba regalos y eso para mí era más que suficiente.

Mi hija de 17 años ya estaba a punto de ingresar a la universidad y mi hija menor estaba terminando su primaria, en ese momento creí que tenía esos gastos bajo control, pero no contaba con que en la empresa donde trabajaba había un recorte de personal que me afectaría directamente.

En ese momento decidí pedirle “ayuda” a mi ex pareja pues no quería que por mi situación laboral se vieran afectados sus proyectos académicos. La respuesta de él fue la siguiente: “Mira yo a ellas les he dado lo que he podido y me gasto un buen dinero cuando salimos cada 8 días” su respuesta me incomodó un poco, sin embargo, sentía que él tenía razón y que de pronto yo estaba siendo injusta.

Tuve que tomar decisiones, ya que mi hija no podía estudiar en la universidad que quería y la pequeña debía iniciar su bachillerato en otro colegio más económico. Cuando fui a pedir los papeles de mi hija menor para iniciar los trámites en su nuevo colegio, una de sus profesoras me preguntó el porqué de mis decisiones, y mientras nos tomamos un café le conté mi situación actual. Ella muy sorprendida me preguntó por qué le pedía “ayuda” al papá de mis hijas si era su responsabilidad. En ese momento me sentí intimidada y juzgada, sin embargo, después entendí que ella tenía razón porque me hizo la siguiente pregunta: ¿Te parece justo que tu hija menor pierda a sus amigas y abandone su sueño de terminar su etapa escolar con ellas, porque debe conformarse con que su papá la saque a un centro comercial cada 8 días y le compre un pantalón y un par de zapatos? Ella tenía toda la razón y me cuestioné sobre varias cosas que estaba diciendo y pidiendo mal.  

• No tenía por qué pedir “ayudas” son NUESTRAS hijas y la responsabilidad de sus gastos es de los dos.

• Asumí el 100% de los gastos de mis hijas y le quité a él la responsabilidad de asumir su parte

• Creí que cuando lo necesitara él me iba a “apoyar”

En ese momento busqué asesoría legal para iniciar el proceso de fijación de la cuota alimentaria y me di cuenta que tenía las herramientas necesarias para evitar estos cambios en la vida de mis hijas. Además, sentí que por muchos años les robé plata, ¿Robarles a mis hijas? SÍ, independientemente de lo que yo les podía ofrecer les quité el derecho de disfrutar del 50% de lo que por ley le correspondía a su papá.

Para terminar, les dejo lo siguiente para su reflexión. Una cosa es que quieras terminar en buenos términos una relación, pero las cosas hay que dejarlas claras, tus hijos no son solo tuyos, son de papá y mamá y así como la crianza y el amor debe ser de los dos, los gastos también. Nada en la vida es seguro ni eterno y la cuota alimentaria no es una ayuda que los papás deciden o no dar, es su responsabilidad y es un DERECHO de los niños. Así que, si estás en una situación similar, toma la decisión de asegurar el futuro de tus hijos.